Lic. Gisela Santacruz Santacruz
El discurso “revolucionario” de los dos
caudillos sonorenses –Obregón y Calles-
se basaban en su calidad de ser los “herederos legítimos” de las causas de la
revolución.
A la muerte de Obregón, este
esquema fue el origen del modelo político que Calles se propuso implantar en México a fin de consolidar el
aparato estatal posrevolucionario. Frente al ‘Partido de la Revolución’, del cual el grupo de los sonorenses se
consideraba como legítimo dirigente, no debía existir más que los
‘contrarrevolucionarios’, es decir todos aquellos que se oponían a su programa
y al control que ejercían sobre el aparato estatal: en particular las
organizaciones campesinas que tanto en el norte como en el sur seguían luchando
por la tierra. [1]
Bajo esta visión de la circunstancia política
de México a finales de los años veinte, Plutarco Elías Calles comenzó la
construcción de un partido hegemónico o dominante, que iba a mantener el
control político del país sin prácticamente ningún cambio hasta 1946.
De la siguiente manera, el politólogo Giovanni Sartori define este tipo de
partido, “el partido hegemónico no permite una competencia oficial por el
poder, ni una competencia de facto, se permite que existan otros partidos, pero
como partidos de segunda, autorizados…”[2]
Es entonces, cuando empieza el proceso de gestación del Partido Nacional Revolucionario antecedente de lo que fue y sigue siendo
hasta el día de hoy el PRI (Partido
Revolucionario Institucional).
[1] Garrido, Luis Javier. El partido revolución
institucionalizada. La formación del estado en México (1928-1945), Siglo XXI,
México, 1982, p. 62.
[2] Sartori Giovanni, Partidos y sistemas de partidos, Marco para
un análisis, Alianza Madrid, 1992, p. 276.