Causas
Por otra parte, una de las causas que genera el deficitario trabajo legislativo de los congresos estatales, recae en la facultad de gestión que ejercen los legisladores. En las campañas electorales se ha vuelto constante el compromiso de gestión, por parte de los candidatos a diputados, con ello se comprometen a generar obra pública para abatir los rezagos sociales de su distrito o el otorgamiento de apoyos a peticiones personales y no colectivas de los ciudadanos. Sin embargo, la esencia de la función legislativa no radica en el otorgamiento de apoyos materiales, sino en la producción normativa. Para las oposiciones y las minorías, resulta inequitativo el acceso a recursos de gestión cuando sus labores han sido concentradas a ejercer funciones de control ante el Poder Ejecutivo. No así para los legisladores que vulneran la división de poderes, esperando ver retribuida su subordinación, con el acceso a bienes materiales y programas, que les permitan mantener su popularidad y capital político, para ganar futuras elecciones.
Un legislador que busque la
continuidad de su carrera política piensa y actúa priorizando los logros que en
gestión puede realizar, a favor del municipio en el que radica con el objetivo
de poder ser electo como Presidente Municipal. La gestión significa una atención inequitativa de los electores, no
así la legislación, que por ser de orden estatal atiende a todos por igual.
La gestión también representa
un serio problema en el tema de la reelección. Si bien la presente
investigación abarca un periodo de estudio en el cual estaba prohibida la
reelección consecutiva de legisladores, debe señalarse que está facultad
generará condiciones que obstruirán la representación eficaz con los electores
y que no aportará incentivos para la profesionalización de los legisladores,
dicho esto, la facultad de gestión constituye un obstáculo para la carrera
parlamentaria.
Los legisladores buscarían su
reelección generando actitudes de gratitud de parte de los electores de su
distrito, con base en los incentivos grupales o individuales que puedan
entregar: pintura, cemento, varilla, medicamentos, material deportivo, apoyos
económicos para fiestas patronales y fiestas populares entre otros. Con ello,
estarán más atentos a etiquetar recursos destinados a la gestión desde la
aprobación del presupuesto de egresos del Estado y no por adquirir los
conocimientos técnicos y las habilidades argumentativas que como legisladores
deben desarrollar ante el derecho a ser reelectos. El clientelismo electoral será producto de la obtención de estímulos
personales, familiares o de grupo, para favorecer con votos a los
patrocinadores de dichos intereses. Dicha práctica no es particular del Poder Legislativo, como tampoco de las
entidades federativas, sí bien es cierto, que no existe evidencia científica
que acredite estas conductas de forma plena, existen ejercicios demoscópicos[1]
que sustentan este clase de ejercicios que vulneran los principios de la
democracia y debilitan a las instituciones, los cuales han sido financiados por
organismos internacionales y nacionales como el otrora Instituto Federal
Electoral, tratando con ello de establecer estrategias que erradiquen este tipo
de conductas.
[1] Beltran, Ulises y Castro
Cornejo, Rodrigo: “Clientelismo de gorra y camiseta”, en Nexos, diciembre 2015,
consultado en enero de 2016: http://www.nexos.com.mx/?p=26989#ftnref3