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▷▷【⚖️ 】 Críticas al Presidencialismo: Legitimidad Democrática, Período fijo, Lógica de Ganador único y Estilo de la Política ◁ 【⚖️ 】


Lic. Gisela Santacruz Santacruz Estructura del Sistema Político

Es importante señalar que aquello que propicia que un Estado sea fallido se encuentra dentro de la estructura del sistema político. Un sistema es el conjunto de unidades que trabajan colectivamente para hacer funcionar un todo, en este caso nos referimos a un Estado. Los componentes de este sistema son en analogía como un reloj, un complejo engranaje que supone una sola finalidad: el dar respuesta a los problemas colectivos de forma que todos los participantes se consideren incluidos. Dentro de un Estado, el sistema de partidos, electoral y de gobierno constituyen las piezas esenciales de este todo.  La crisis del presidencialismo, ampliaba el artículo Democracia presidencial o parlamentaria[1] ¿Qué diferencia implica? difundido en 1987 se mencionan cuatro argumentos de crítica al presidencialismo: la legitimidad democrática, período fijo, lógica de ganador único, estilo de la política.

 La legitimidad democrática

          1. La legitimidad democrática se da desde el momento en el que los cargos políticos son elegidos por medio de voto en elecciones populares, pero ese es sólo un paso para brindarle la legitimidad completamente en todo sentido que el término puede abarcar. La obediencia de un pueblo hacia los sistemas políticos se da de una manera que puede tener varios significados: a). Se respetan las leyes, decretos y políticas que las instituciones implementan con la finalidad de satisfacer las demandas de la sociedad y; b). Lo que hace que esta obediencia se dé, no es que realmente el electorado crea competentes dichos mandatos sólo que se apoyan en la esperanza de que dichas instituciones en su país son mejores o las ideales para ellos dependiendo su situación económica, social y política en la que se encuentran frente a otros países. Por tanto las decisiones que toman las instituciones influyen en la estabilidad del sistema. Mismas que, dependiendo de sus resultados otorgan mayor legitimidad o en todo caso disminuyen la popularidad de los políticos al mando mermando en el desempeño del sistema. Lipset[2] incluye nuevos términos para explicar la legitimidad: la eficacia y la efectividad, aspectos que buscan que las políticas de los dirigentes persigan intereses colectivos. Para conseguirlo, un gobierno debe enfocarse más en la eficacia que logra los resultados esperados de lo que es implementado llegando así a un óptimo rendimiento de las políticas. La efectividad no es la mejor opción si se buscan métodos para calificar un gobierno puesto que con la política  implementada no se consiguen los resultados esperados pero si se obtienen beneficios para la sociedad de cualquier manera dando resultados positivos que apuntan hacia la estabilidad. La desventaja que estos términos tienen es la irresponsabilidad con la que un gobernante puede llevar el poder, querer tener resultados sólo para cierto grupo de élite orienta inevitablemente al fracaso. [3]

La legitimidad que proyecta un presidente frente a la de un primer ministro está fuertemente ligada a los resultados plebiscitarios, es decir el presidente electo adquiere una imagen fuerte y mayor legitimidad a la que tiene un primer ministro incluso si este fue elegido por una igual o mayor cantidad de votos. Al mismo tiempo el Congreso cuenta con una legitimidad que deriva del voto y es posible que se den situaciones en las que la mayoría de la Legislatura sea diferente a la opción política distinta a la de los votantes que apoyan al presidente. Evidentemente en un presidencialismo se encuentra esta dualidad, la cual puede representar un problema debido a que ambos poderes cuentan con legitimidad democrática y la sobrevivencia de uno es independiente del otro, el problema recaería en la cuestión ¿quién realmente cuenta con un mayor poder para representar los intereses del pueblo? En casos así, es muy probable que en las sociedades en vías de desarrollo exista desigualdad y modernización, esto da como resultado diferentes opiniones políticas por lo tanto puede recaer en un gobierno dividido, con esto presente se dará una lucha entre ambos poderes por decidir quién tiene mayor legitimidad, de acuerdo al programa que quiera ejercer el Ejecutivo se encontrará con resistencia por parte del Legislativo y el presidente conociendo su capacidad de movilización procederá a convocar a manifestaciones que apoyen las reformas que presente.
Consecuentemente de la dualidad que se establezca en cualquiera de las formas de gobierno y las relaciones que se den entre presidente-congreso primer ministro-congreso se conseguirá la eficacia de las políticas aplicadas lo que derivará en la legitimidad que el electorado le otorgue a cada uno de los poderes, es decir, si estamos hablando de un ministro que sea elegido por la minoría del Congreso mientras esté apegado a éste y ambos proporcionen resultados, él estará respaldado ante el pueblo por todo el Congreso; sin embargo Shugart[4]  dice que el hecho de que dos de los poderes deriven del voto popular es una ventaja del presidencialismo más que un contra, confía en que la manera de eliminar este problema es definir bien los poderes, establecer medidas que logren distinguir la legitimidad tanto del Ejecutivo como del Congreso aun cuando la mayoría no sea del partido del presidente, encuentra más un reto en la colaboración que van a tener para reafirmar la confianza de la que deriva su poder.

 El período fijo

          2. El período fijo; en un gobierno democrático el tiempo o período que alguien se encuentra a cargo es un determinante del régimen, las elecciones con cierta continuidad permiten que la sociedad juzgue por medio del voto a sus representantes permitiendo que sigan gobernando o quitándoles el poder si es que este se está volviendo autoritario además permite que esté en constante distribución del poder, es decir que todos los partidos políticos tienen acceso a un cargo de representación así como frenar que solamente uno quiera imponer a sus partidarios convirtiéndose en el sistema en uno de partido predominante incluso de partido hegemónico lo cual deforma los principios del sistema de partidos competitivos bipartidista o en todo caso multipartidista que busca tener la democracia.
En el presidencialismo, el Ejecutivo únicamente se separa de su cargo una vez que termine su período, no importa si pierde la fe de sus electores, si no cumple su discurso, si sus políticas no cumplen los intereses colectivos, entre otras cosas. Esa capacidad de retener tanto poder por determinado tiempo va desfragmentando los principios del presidencialismo transformando poco a poco al representante en un actor sin interés por el colectivo y además que luchará por mantenerse en el poder en caso de que exista la reelección o tratara de mantenerse a un lado de su sucesor.
Dentro del parlamentarismo ésta situación no es tan estricta, al contrario de lo que se puede comparar surgen ciertas flexibilizadas que permiten que la consolidación de un régimen sea más fuerte: un gobierno a cargo de un Poder Ejecutivo dividido en dos personas que más bien lo convierten en “un poder compartido” puesto que ambos trabajan de manera conjunta. Un primer ministro puede ser removido si pierde el voto de confianza, puede ser destituido si el Congreso cree que es lo mejor para el gobierno y lo puede hacer en cualquier momento, poniendo al mando a otro representante y en todo caso convocar a elecciones, son estas facilidades lo que si bien no fortalece  al régimen no lo debilita porque una crisis del primer ministro puede ser completamente asumida y mantenerse en el Congreso sin afectar de manera radical a la sociedad; un punto que se debe mencionar es que la existencia de coaliciones, un bipartidismo o pluralismo polarizado fomentan cierta unión entre los miembros de las cámaras ya que el sucesor puede ser del mismo partido sin necesidad de entablar una lucha desgastante entre ellos y el nuevo ministro tiene independencia de su antecesor por completo, quizá trabajen en conjunto por pertenecer al mismo partido pero no sigue sus órdenes pues ya fue destituido y en el parlamentarismo esos principios teóricamente son muy respetados.
Ésta es una de las características por las que el presidencialismo es denominado como una forma de gobierno “rígida” y el parlamentarismo como “flexible”; sin embargo se argumenta que es una ventaja del primero, ya que evita la incertidumbre política puesto que como lo dice Linz[5] “fija” al ejecutivo, y se aleja del carácter impredecible que se puede dar dentro de un congreso en un sistema parlamentarista, porque cualquiera de los actores que se vean involucrados dentro de éste pueden transformar lo determinado en cualquier momento desde cambios básicos, nuevas alianzas hasta cambiar al primer ministro.
 A pesar de reducir la incertidumbre, el período fijo es una característica que también puede tener puntos negativos, por ejemplo, nada puede destituir al Ejecutivo, sólo el impeachment o su renuncia y el proceso de ambos es desgastaste para el régimen y para la sociedad; no obstante, se puede lograr una dimisión voluntaria la cual evitaría que los conflictos se propagaran a la sociedad, como fue el caso de Siles Suazo en Bolivia, quien tras la presión de los partidos de oposición, MRN y ADN los cuales tenían la mayoría del congreso, los rumores de un golpe de Estado lo llevaron a presentar su renuncia en 1985, en medio de esta crisis se convocó a elecciones donde el candidato del MRN triunfó, evitando así un golpe y con el mandato de Paz Estenssoro se logró una estabilidad política en el país.[6]
La flexibilidad que se le atribuye al parlamentarismo es que con un período fijo no se puede remover a aquellos presidentes impopulares sin ocasionar una crisis y para equilibrar esto el presidencialismo en muchos países prohíbe la reelección constitucionalmente por los incentivos que puede tener el Ejecutivo de abusar del poder con la finalidad de asegurar la continuidad del mandato.
Aun cuando la reelección no es posible, y tras haber tenido un Ejecutivo que perdió legitimidad, el partido político junto con el presidente en turno no están dispuestos a perder electores por lo que esto significaría para ellos como institución (intereses personales), entonces deben encontrar una nueva figura que prometa continuar con la implementación de las políticas de largo plazo que el anterior gestor no tuvo oportunidad de cumplir, es decir continuar con el discurso fallido.
Las promesas realizadas durante una campaña electoral que no tenga metas realistas o un buen planificado análisis costo-beneficio o del período lleva a un gobierno a no cumplir con las mismas convirtiéndose en una desventaja de la temporalidad del presidencialismo no porque ya no se puedan reelegir si los electores no quieren que así sea, sino porque cuando un político con tanto poder creer que puede perderlo se dan situaciones que sólo esta forma de gobierno podría tener:
a) Las promesas del discurso no se cumplen ocasionando que los simpatizantes con ese partido ya no quieran seguirlo más y busquen nuevas opciones que crean que si pueden satisfacer las necesidades de la sociedad.
b) El tema de la sucesión se ve impactado por una negativa a dejar el poder, si existe independencia el nuevo presidente debe reafirmar su cargo ante su antecesor, si no el ex-presidente estará a cargo de todas sus decisiones colocándose tras bambalinas. [7]
Es cierto que hoy el presidencialismo puede elevar los costos de remover al titular del Ejecutivo, pero el parlamentarismo no está exento de tener las mismas crisis sobre todo cuando no se puede sostener un gabinete, dependerá mucho de la conformación de coaliciones dentro del mismo para determinar si la sustitución de un primer ministro no provocará los mismos riesgos.

La lógica del “ganador único”

Visto como un punto negativo del presidencialismo, la lógica del “ganador único” se encuentra como objeto en la manera en la que trabaja tanto el sistema de partidos como el sistema electoral, porque a partir de su funcionamiento se conseguirá establecer a la figura presidencial, el cual a partir del momento en el que asciende al poder se convierte en un actor casi omnipotente, puesto que como ya se mencionó, cuenta con la legitimidad democrática en la misma medida que el congreso la tiene, a diferencia de un parlamentarismo, esta figura será jefe de Estado y jefe de gobierno manteniendo un poder con el que el Congreso tiene que convivir.
A diferencia del parlamentarismo que con la existencia de un primer ministro busca un equilibrio de poderes, dividido en igual manera para que las responsabilidades sean compartidas y no exista un “ser superior” por así decirlo, que tenga tanto poder acumulado incluso si hay partidos opositores igual de fuertes que el suyo. De esta manera también se propicia que las decisiones sean tomadas por un mayor número de personas, cada una defendiendo lo que les compete pero llevando estas decisiones acompañadas de la pluralidad, esto se refiere específicamente a la institución de los miembros del gabinete. Un presidente “cuasi-olímpico”, elige y sustituye a su gabinete de la manera en la que mejor le convenga a él, el Congreso no toma parte de la decisión a diferencia del gabinete en el parlamentarismo que lo hace por medio del primer ministro; sin embargo éste no puede formar a su gabinete sin la aprobación del Congreso y además no existe una cuestión de jerarquía ya que tanto el ministro como el gabinete forman una relación horizontal tanto que sí dista de la relación vertical presidente-gabinete.
El presidencialismo es catalogado como un juego “suma-cero”[8] se indica que no todos los intereses están representados para lograr un gobierno que beneficie a la gestión en cargo, el Ejecutivo busca una mayoría absoluta dentro del Congreso que acepte los proyectos que presente; sin embargo a pesar de que dicha mayoría sea del partido del presidente o de la coalición a la que pertenece, se da la situación en la que el Ejecutivo sienta que posee un poder superior al Congreso y puede realizar acciones que sean independientes del mismo y sólo use a la mayoría como base para legitimar sus decisiones. Aunque no siempre se consigue la mayoría absoluta es muy común que se logre la mayoría relativa lo cual posiciona las necesidades de los partidarios por encima del resto de legisladores y del pueblo. Con esta crítica Linz[9], argumenta que es exponencialmente peligrosa la acumulación de tanto poder en una sola persona, pues las políticas implementadas sólo van a estar dirigidas a una parte de la sociedad, no necesariamente incluyendo a todos aquellos electores que votaron por el presidente y por los representantes de su partido.
Para reforzar la idea de que el parlamentarismo no tiene esta lógica, se habla de la existencia de un poder compartido, es decir se atribuye que tiene la “flexibilidad” de otorgarle representación al resto de partidos hasta los más pequeños y la disponibilidad de formar coaliciones. Mientras que un parlamentarismo ha añadido características de la denominada democracia consociacional, el presidencialismo es visto como un sistema que ocasiona tensiones políticas, esto se ve afectado por la relación que se da con el período fijo, puesto que dentro del parlamentarismo se pueden formar coaliciones de gobierno y acuerdos entre partidos en cualquier momento para evitar una crisis gubernamental, no es el caso del presidencialismo en el cual forzosamente los partidos tienen que esperar un período de cuatro a seis años para realizar algún cambio.
No se pretende decir que el parlamentarismo es una mejor forma de gobierno pero ante un problema como el anteriormente mencionado si se muestran disimilitudes en cuanto a las coaliciones formadas dentro del Congreso, es más común que éstas se formen dentro del período de gobierno que durante las elecciones por lo tanto verdaderamente consideran las demandas de los partidos que las integran aunque éstos sean pequeños, porque al contrario de las coaliciones durante un proceso electoral no se disuelven una vez llegando al poder si no que mantienen la convicción del poder compartido: elemento importante del parlamentarismo.

En ambos casos se pueden encontrar críticas, aunque el presidencialismo es el que cuenta con la mayor parte de ellas; sin duda, una ventaja que se le da es el voto directo de los ciudadanos para elegir el cargo, a diferencia del parlamentarismo que deja la decisión a cargo del Congreso. Otro punto a favor del presidencialismo es que no sólo dentro de esta forma de gobierno se puede tener está lógica a pesar de los argumentos de Linz; se dan situaciones en las que un parlamentarismo puede presentar también esta característica, esto puede ser debido a la presencia de determinados elementos tales como: un partido disciplinado y de mayoría los cuales no tienen un control suficiente sobre el primer ministro, se han manifestado ejemplos en los sistemas Westminster.
Desde hace más de veinte años, en Gran Bretaña, el Legislativo ejerce el control sobre el Ejecutivo pero se ha visto obstaculizado por la presencia de un partido con mayoría, el cual posee la dirección del Congreso a pesar de haber conseguido menos del 50% de los votos. El “ganador único” surge debido a que por el número de escaños con los que cuenta el partido facilitan la aceptación de proyectos del ministro, no existe probabilidad de un voto de censura, tiene la capacidad de renovar su mandato y además no cuenta con una oposición fuerte.[10]Los problemas que conllevan a la existencia de un “ganador único”, no están relacionados con la forma de gobierno de manera superficial, surgen a partir de la aplicación del sistema de partidos y el sistema electoral, es decir, el presidencialismo se posiciona en un sistema de pesos y contrapesos ya que aun cuando hay partidos que perdieron la presidencia, aún pueden controlar una parte del Congreso por medio de los escaños que si logren ganar, lo que mantiene y propicia un equilibrio justamente para evitar  la acumulación de poder sobre el Ejecutivo, los presidencialismos multipartidistas tienen la capacidad de que el Congreso esté dividido, lo que favorece a la creación de coaliciones. Empero, el bipartidismo también puede ser favorable, en el caso de que la oposición genere acuerdos o políticas con el ejecutivo, donde de igual manera se encuentran los controles entre ambos poderes.

 

Estilo de las políticas

           4. El estilo de las políticas dentro de un presidencialismo, es un tema que ya se ocupa del período de la administración y del carácter bidimensional que tiene el Ejecutivo, como jefe de Estado y jefe de gobierno, además que al colaborar con el Legislativo es evidente que lidera una opción política en específico, en este sentido, Linz se pregunta de qué manera podría el presidente satisfacer las demandas de todo un pueblo. El presidente se encuentra ante una serie de límites, por ejemplo, al tener la necesidad de implementar sus políticas lo llevará a cooperar con el Legislativo, si dentro de éste se tiene como mayoría a la oposición, hay dos opciones; la primera es que pretenda conciliar los intereses con el resto de los partidos tomando en cuenta que puede verse debilitado o que sus aliados no estén de acuerdo con este método, la segunda es que puede que la oposición no acepte tales acuerdos y contrario al equilibrio que se buscaba se cree un mayor antagonismo.
En este carácter bidimensional, tiene resultados perjudiciales en la relación presidente-electorado o con las élites, porque al tratar de equilibrar los intereses de todos y sentir el apoyo de aquellos grupos que pueden vulnerar su poder, sus aliados se preguntan si no los está traicionando. Al tratar de identificar el papel que tiene dentro del gobierno y de la nación, no puede hacer una diferenciación de estos lo que puede caer en una fusión entre su electorado y los partidos, no sabe cuáles son las políticas que debe defender y esto puede promover el populismo o la promulgación de propuestas de la oposición. [11]
En este punto el presidente es acusado de encontrarse en una dualidad que no sabe manejar, por un lado debe satisfacer las demandas del pueblo y al mismo tiempo los de sus partidarios y no siempre son los mismos porque conscientemente se entiende que la élite política quiere lograr sus propios objetivos por encima del resto de la sociedad; problema de la falta de responsabilidad que se debería adquirir cuando se accede a un cargo público.
En un parlamentarismo, la existencia de un monarca actúa como figura neutral y moderadora entre el primer ministro y la oposición, lo que coloca al primer ministro como un miembro más del parlamento y la relación que existe entre éstos dos se da con igualdad formal, ya sea que tenga una mayoría o que pertenezca a una coalición de minoría.
A pesar de los argumentos de Linz, dentro del presidencialismo se tiene una ventaja que lo posiciona no por encima del parlamentarismo, sino como una forma de gobierno elegible dependiendo del caso en el que se quiera aplicar, el sistema de partidos y la legitimidad dual que tienen son esenciales al otorgarle un punto a favor, para poder definir bien los poderes que es lo que se pretende en la democracia, Mainwaring y Shugart[12] consideran que tener dos agentes del electorado es básico para lograr esa distinción.



[1] Linz, Juan y Valenzuela, Arturo. Opcit, pp. 28 y 29.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
[2] Lipset, Seymour Martin. El hombre político, REI-México, 1993, p. 114 y ss.
[3] Lipset. Op. Cit
[4] Mainwarring, Scott y Matthew Soberg Shugart (Comp.) Presidencialismo y democracia en América Latina, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 44.
[5] Linz, Juan. La quiebra de las democracias. Alianza Universidad, Madrid 1987.
[6] Linz, Juan. Las crisis del presidencialismo, pp. 39-40.
[7] Linz, Juan: “Los peligros del presidencialismo”, pp. 28-29.
[8] Linz, Juan, Ibidem., pp. 16-17
[9] Linz, Juan. Las crisis del presidencialismo, Alianza editorial, Madrid, 1997, p. 16-17.
[10] Mainwaring Scott y Shugart, Matthew Soberg, (Comp.) Presidencialismo y democracia en América Latina, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 42 y ss..
[11] Linz, juan: “Los peligros…”, pp. 21-23.
[12] Mainwaring, Scott y Matthew Soberg Shugart. Op. Cit.

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