Lic. Gisela Santacruz Santacruz
El sistema
político mexicano tiene una estructura
electoral mixta, se trata de sistemas que mezclan elementos de los mecanismos de mayoría y de representación
proporcional. Tienen además una particularidad fundamental: la sección del
órgano legislativo que se elige por representación proporcional está pensada
como una adición que pretende compensar la desproporción de la representación
elegida por medio de la mayoría relativa. Pueden existir muchas variantes en
este tipo de sistemas. Dentro de sus elementos básicos, la determinación de los
porcentajes mínimos de votación para participar en la distribución de la lista
adicional es quizá de los elementos más importantes, como también lo es la
participación o no del partido mayoritario en la distribución.
Cada
entidad federativa ha contado con una Constitución Local la cual contiene el
diseño institucional de los tres poderes: Ejecutivo,
Legislativo y Judicial. Sin embargo, al igual que en la institución
presidencial, existió un vacío al no generar una identidad democrática a los
poderes y sus instituciones.
La
ausencia de esa reingeniería constitucional constituyó una de las omisiones más
importantes de los estudiosos de las transiciones. No generar modificaciones a
las estructuras del poder permitió que los mecanismos del autoritarismo, la
opacidad, la subordinación y el clientelismo, continuaran vigentes y puestos a
la disposición de los gobernadores de la transición.
Este
proceso nos lleva a pasar del análisis sistémico al análisis de los actores, ya
que los protagonistas de las diferentes alternancias estatales debieron haber
evitado hacer uso de dichos mecanismos y
usar sus facultades legislativas para modificar el sistema jurídico que
permitía la existencia de la hegemonía que ellos combatían al menos en el discurso
político.