Antecedentes
Desde la antigüedad las formas de gobierno han sido objeto de estudio que ha sido abordado por diferentes pensadores y filósofos. Responder al número de gobernantes y sus cualidades, han sido los principales conceptos en reflexión. Los atenienses clasificaban las formas de gobierno en puras e impuras. En las primeras se encontraba presente la virtud y en las segundas el vicio. Bajo las premisas contemporáneas del análisis político, podemos decir que los griegos realizaban un estudio cuantitativo y cualitativo de las forma de gobierno en su época:
Forma de gobierno pura
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Forma de gobierno impura
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¿Cuántos participan en el gobierno?
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Aristocracia
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Oligarquía
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Gobierno
de pocos
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Monarquía
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Tiranía
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Gobierno
de uno
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Democracia
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Demagogia
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Gobierno
de muchos
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Tabla 3
Formas clásicas de gobierno.
En cada
una de ellas se reflexionaba sobre las características de quienes integrarían
el cuerpo de gobierno y las virtudes
que deberían adoptar para conservar la pureza de la forma de gobierno adoptada[1].
A más de dos mil años de este modelo de
estudio los pensadores y analistas del fenómeno político continúan generando
material de investigación en cuanto a las formas
de gobierno. El objetivo continúa siendo el mismo, encontrar la ingeniería
constitucional y la arquitectura institucional propicia para el desarrollo y
consolidación de las democracias en el mundo.
La
adopción de una determinada forma de gobierno es el resultado de un
pacto o acuerdo político que terminará por plasmarse en un texto
constitucional. Para ello participan actores intelectuales, económicos,
políticos y sociales los cuales deciden adoptar una determinada forma de gobierno, en el entendido de
que ésta, permite la rotación periódica y civilizada de quienes detentan el
poder y que al mismo tiempo, las reglas
aceptadas limitan posibles conductas despóticas o autoritarias.
Evitar la
permanencia de un mismo grupo en el poder o degenerar en condiciones que
lesionen sistemáticamente los derechos fundamentales de la sociedad, son dos de
las variables más importantes que se toman en cuenta para adoptar una
determinada forma de gobierno. En la primera se busca garantizar que el
poder sea rotativo entre las diferentes élites y en la segunda se tiene como
objetivo evitar un estallido social que altere el orden establecido.
[1] La
clasificación que se muestra se refiere al pensamiento Aristotélico. Debe
precisarse que el filósofo griego al señalar la cantidad de ciudadanos que
participarían en cada forma de gobierno, no precisa de forma aritmética
cantidad alguna y que es una clasificación con más de 2000 años de antigüedad.
Sin embargo la aspiración esencial de cada una de estas formas de gobierno
tienen vigencia a nuestros días. Hoy podríamos deducir (apelando al método
deductivo con base a las premisas expuestas por el pensador ateniense) que el
gobierno de uno es la monarquía por
ser el que concentra la totalidad del poder y que no admite la pluralidad, en
el caso del gobierno de pocos, podemos concluir una división de poderes y el
carácter exclusivo y por consecuencia excluyente de las aristocracias
en donde solo quienes comparten algún status económico, linaje de sangre o
nivel intelectual pueden conformarla. En el caso de la democracia se trata de un gobierno de multitudes o de masas, donde
se ejerce un poder original que se constituye como soberanía popular para
elegir finalmente a un soberano que formará parte de una estructura de gobierno
más sofisticada.